La zona de la muerte (death zone) fue definida por el médico suizo Edourad Wyss-Dunant en 1953 como la zona por encima de los 7.500m en la cual el hombre ya no puede aclimatarse: "Aquí, sólo es posible adaptarse durante un cierto tiempo limitado, ya que no se compensa del todo el gasto de energía durante el tiempo de reposo." (p. 15 de La zona de la muerte. Terreno fronterizo. Reinhold Messner, Ediciones Desnivel, 2001)
En la zona de la muerte, las posibilidades de supervivencia de un ser humano, aunque esté perfectamente protegido del frío, bien alimentado e hidratado, oscila entre unas pocas horas y unos cuantos días, porque la cantidad de oxígeno es insuficiente para que el cuerpo pueda funcionar adecuadamente.
Conforme aumenta la altura, disminuye la presión atmosférica y la cantidad de oxígeno disponible. A 5.000m de altitud, la cantidad de oxígeno es sólo la mitad de la disponible en el nivel del mar. A 8.848m (la altura del Everest), la cantidad de oxígeno es sólo un tercio.
En la zona de la muerte, dormir es muy difícil, la digestión de alimentos es casi imposible (el cuerpo humano "apaga" el sistema digestivo) y poco a poco otras funciones no esenciales del cuerpo humano se van apagando.
Los mayores riesgos de una estancia prolongada en la zona de la muerte son la aparición del edema pulmonar (pulmonary edema) y el edema cerebral (cerebral edema).
El edema pulmonar es un exceso de acumulación de líquido en los pulmones, lo cual dificulta el intercambio de oxígeno entre los pulmones y la sangre. El edema cerebral es un exceso de acumulación de líquido en el espacio intra y/o extra celular en el cerebro.
Para contrarrestar los problemas del mal de altura (o mal de montaña) se puede emplear la acetazolamida. Para tratar el edema pulmonar o cerebral se puede emplear la dexametasona.